viernes, 20 de abril de 2012

Reseña Literaria "La noche de los Gitanos" (Afredo García Francés)


El culpable de que yo esté aquí, a estas horas, y no haciendo la cena o planchando… es mi idolatrado Alfredo García Francés y tengo que pedirles disculpas, por anticipado, porque cotorra yo sé que soy un rato pero “oradora”, lo que se dice oradoraaa…

Pero él se empeñó y yo voy a hacer lo posible por no hacer el ridículo, después de que hayan pasado por sus presentaciones, (mejorando lo presente), toda una alta gama de intelectuales y magníficos comentaristas.
Es primordial que conozcan un poco del autor antes de bucear en la lectura de este libro. De otra forma, no se van a enterar muy bien de qué va todo esto.

Alfredo se auto-define como: “Un vasco, mestizo de andaluz, aunque con un RH 0  Negativo, que ya lo quisiera Arzallus para los Domingos. Español y Colombiano. Bilbaíno de la diáspora, gaditano de adopción y granaíno melancólico. Recién salido del Infierno. De momento, un superviviente.
Es de suponer que si, después, investigamos un poco su biografía: Nacido en el País Vasco… acostumbrado a convivir con ETA y, después, periodista de El País, cubriendo conflictos en Irlanda, Líbano, Kuwait, Rumanía y Yugoslavia… Pues, vaya, que nadie mejor que él para hablar de supervivencia, de horror, de tragedia, de miserias, de mentiras, de desencanto, de traición, de deslealtad, de humillación, de vacío, de desolación.

Y, como buen superviviente, habiendo sentido el hálito de la muerte en la nuca y mirando sus ojos tan de cerca… pues no tiene miedo de nada. Ni siquiera de citar a Blas Piñar ni a José Mena en el comienzo del libro… ¡¡hala, ahí, con un par!! Alfredo dice lo que piensa y se queda más ancho que Pancho sea políticamente correcto, incorrecto, esté demodé o corra el peligro de ser catalogado como persona non-grata porque a Alfredo, mi valiente Alfredo… le importa un solemne rábano lo que piensen de él, mientras tenga la conciencia tranquila y duerma como un bebé por las noches.
Él es, y lo sabe, un hombre muy culto, un gran dialogador, un buen comunicador y un hombre con un sentido del humor tan inteligente como electrizante. Yo le llamo, muy habitualmente, “el encantador de serpientes”. Con permiso de su santa, es un hombre que enamora, a primera vista. Desde el primer momento en que me lo eché a la cara supe que era una persona fascinante para conocer, para escuchar, para aprender de él y para saborear a sorbos.

Esto, ocurre con la lectura de este libro.
Es un libro, como él, valiente, sin pelos en la lengua, sin remilgos, sin recato ninguno… ¡¡NI VERGÜENZA!!

Es un libro narrado con desesperación descarnada. Porque, como diría Arthur Schopenhauer: "Quien ha perdido la esperanza ha perdido también el miedo. Tal significa la palabra desesperado."  Y la desesperación la lleva a todos los ámbitos: amor desesperado, dependencia desesperada, amistad desesperada, desamor desesperado, ideales desesperados, sexo desesperado…
Se trata de un thriller de acción vertiginosa, y, a pesar de que la escasez de diálogos, muy, muy, muy cinematográfico. Aunque la verdad, no sé quien iba a echarle bemoles al asunto para llevarlo a la gran pantalla. Entre Tarantino y José Luis Garci… en un término intermediooo…

Atención al principio de la obra:
Miles de cuerpos volaban en cenizas sobre las chimeneas de los hornos crematorios. Pero, los recién llegados aún no sabían que su destino era cubrir de hollín los bosques cercanos, sucios, de un verde envilecido por el tizne humano.

Con perdón de la expresión: aquí, mariconadas, ¡las justas!

Y ¡Qué maravilla de lirismo con el que escribe este hombre! Fíjense, fíjense qué manera tan discreta, a la par que elegante, de decir: “¡Estaba lleno de cachos de carne de fiambre por toas partes!”.

Alfredo es un hombre que practica la búsqueda de la palabra perfecta en cada frase. Aunque muchas veces, esa palabra sea una palabrota o una blasfemia.

Usa de un lenguaje “sencillo” (y lo pongo entre comillas porque, aunque tengas claro el significado de cada vocablo, resulta que en ciertos contextos significan otras cosas para lo que tienes que dirigirte a las notas finales. Como “organizar” que es sinónimo de “trapichear”) A veces, coloquial. Siempre, siempre, muy actual y, aunque en determinados momentos incluso barriobajero, el estilo es casi poético.

Leería tantas frases que me han llegado al alma que tendríamos que pasarnos aquí toda la noche. Esas frases que te hacen descansar el libro sobre tu regazo y suspirar con los ojos cerrados.
Sobre el tiempo verbal: pretérito… Pero no perfecto precisamente. Aquello del “cualquier tiempo pasado fue mejor” aquí… pues no sé… ¡¡¿Qué quieren que les diga?!!

¿Y la persona? Alfredo, además de listo es un tramposo. Él sabe perfectamente que si hubiera escrito en tercera persona de singular, a modo de neutral narrador, de simple espectador o, como diría Eduardo Mendoza “de esponja”… no nos hubiera llegado el mensaje de una forma tan despiadada.

Él empieza en tercera persona. Sí, a modo de NO-DO y nos plantea una introducción periodística: “Así son las cosas y así se las hemos contado” Pero, en el siguiente capítulo, ya hablan los que viven la historia y nos cuentan cómo la viven, invitándonos a ponernos en su pellejo y vivirlas igual que lo hicieron ellos.

El primero es Paco, el boxeador colombiano, enfermo de Alzheimer. Con sus álbumes de fotos, a modo de prescripción médica, que le han de recordar los grandes momentos que merecen la pena ser conservados. Con sus post-its y sus notas por toda la casa. Con esa angustia vital sobre si ha olvidado un detalle importante. Con sus meditaciones a modo de desesperado ejercicio de rehabilitación:

“¿Existe Dios? ¿Serán putas las vecinas que reciben tantas visitas? ¿Tendrá que ver el calentamiento global con lo cachondo que estoy? ¿Ganará la liga el Real Madrid?

Con el miedo encallado a lo que vendrá después cuando su enfermedad empeore.

El segundo es Tano, amigo gitano de Paco y…

Señoras, señoras, señoras… Les puedo asegurar que éste es un personaje que va a noquearlas totalmente. Puedo asegurar que va a inspirarles los sentimientos más bajos y ruines: o van a querer merendárselo enterito y repetir ¡O van a querer asesinarlo!

Ya cuando Paco le describe físicamente… ahí me dio el sofocón.

Lo malo de Tano es que es un ser herido. Y, cumpliendo con una de las reglas que yo he defendido siempre, como observadora de nuestra raza humana: Las personas heridas son peligrosas. No siente el menor respeto por su vida, cuanto menos por la de los demás, pero le tiene apego:

Entonces tomé conciencia de que era malo, o al menos, de que nunca sería demasiado bueno. Y, sobre todo, comprendí que si tuviera que escoger entre los buenos y los malos, siempre elegiría a los vencedores”.

El instinto asesino le fortalece.

Y el de sobrevivir, sobrevivir siempre.

Y, para mayor inri, tiene mucho equipaje a sus espaldas. Demasiado. Como su amigo Paco le diría en una ocasión: “Tienes odio en las manos, pero te falta destreza. Puedo enseñarte a boxear con inteligencia, pero debes olvidarte del miedo, Tano, y tienes mucho. Miedo antiguo".

La tercera es África, novia del gitano y espía del CNI. Una huérfana adoptada por un militar al que debe su agradecimiento y su lealtad.

¿Idealista o loca revolucionaria? Lo dejo a su elección. Pero esta chica tampoco tiene mucho respeto ni apego por su vida.

Bueno y, ya casi al final, como artista invitada, una psicóloga interviene en la narración con su parte en el relato.

Y, cada uno de ellos va ampliando la información para que toda la trama se vaya desvelando.

Y, a cada página, ellos mismos van aclarando los secretos más ocultos… Lo que uno sólo se atreve a pensar, cuando está a solas. Ese, ese es el motivo por el cual esta novela es tan intimista y tenía que estar escrita en primera persona.

Alfredo va directo al hueso y nos espeta en el rostro y sin la menor sutileza.

Entre otras muchas cosas también nos habla de la degeneración del amor entre un hombre y una mujer. Lisa y llanamente el descenso a los infiernos de dos que alguna vez se amaron. No ahorra detalles de humillación, locura y degeneración extremas. Muestra la desintegración más corrosiva de una relación pero también la dependencia que ha nacido de todo ello: ¡¡Se siguen amando!! Pero, ¿Por todo lo que se amaron? O ¿Por qué ambos saben que ya no pueden hacerse más daño?

Por último y no por ello menos importante, Alfredo ha hecho una impresionante labor de investigación y documentación para la confección de este libro.

Y ya que he dorado la píldora, voy a los defectos:

El libro tiene tres muy gordos:

1.- Es adictivo. Te engancha desde la primera página.

2.- Dos, cuando llegas a la última, preguntas “¿Ya?”. Te parece rematadamente corto.

3.- Viviendo lo que estamos viviendo estos días en nuestro País… te recorre, de vez en cuando un escalofrío por la espalda ¿Es Alfredo un visionario? ¿Ha tenido algo de Julio Verne?

Si ya nos ponemos en estas... casi mejor pillar un buen Alzheimer que nos haga vivir, en el olvido, tan ricamente.

No hay comentarios: